La democracia representativa a la que estamos acostumbrados ha quedado descontextualizada.

En el pasado, la puesta en funcionamiento de una democracia directa era inviable por razones físicas, de organización, tiempo y demás. Siendo imposible poder albergar a toda una comunidad en un espacio físico en un mismo momento y organizados de tal forma que se pudiera debatir y resolver los temas en cuestión. Se estableció entonces lo que se conoce como una democracia representativa, donde muchos delegan su poder en unos pocos. De esta forma al reducirse drásticamente el número de personas encargadas de decidir, es posible que coincidan en un mismo lugar, en un mismo horario y organizarse a fin de tomar decisiones sobre las distintas temáticas.

Pero en la actualidad las nuevas tecnologías hacen posible lo que antaño parecía inimaginable. Hoy podemos reunirnos y comunicarnos sin la necesidad de hacerlo de forma física. Personas en distintas partes del mundo pueden darse cita en un espacio común al cual todos tienen acceso sin la necesidad de salir de sus casas. Ya no es necesario que los miembros de una comunidad se junten en una plaza para realizar una asamblea, en la que sólo participa una parte de la ciudadanía, y donde la comunicación se reserva a unos pocos oradores mientras el resto se limita a aprobar o desaprobar sus palabras. La tecnología permite la igualdad de oportunidades en términos comunicativos. Genera un espacio al cual todos pueden asistir, escuchar y ser escuchados.

Como todo, primero aparece como una posibilidad y luego se transforma en una necesidad. Estamos pasando de descubrir las posibilidades que tenemos de actuar concretamente en diferentes áreas de gobierno, a tener la necesidad de ejercer esa posibilidad. De modo tal que aquellas autoridades gubernamentales que carezcan de la sensibilidad suficiente como para interpretar las nuevas necesidades de sus gobernados se irán indefectiblemente alejando cada vez mas de su electorado.

Por lo que deben estar atentos a las nuevas demandas sociales producidas por las nuevas posibilidades, y acompañar con medidas que satisfagan los nuevos requerimientos manifestados por la sociedad.

Pero como siempre sucede, las instituciones públicas son las últimas en adaptarse a los cambios. Y esto trae consecuencias negativas para quienes dirigen estas instituciones y muy positivas para aquellos que tanto dentro o fuera de una institución piden y reclaman su actualización, haciendo de esto su bandera.

La gente se da cuenta que los gobiernos no le dan toda la participación que podrían tener y que de hecho otros actores sí les dan. Por eso es que tiene un coste negativo para quien se las niega y un coste positivo para quien se los reconoce.

La televisión es un claro ejemplo de este cambio en la sociedad. La televisión es un medio que está permanentemente atento a los cambios en las conductas sociales, así fue que hace algunos años apareció con fuerzas un nuevo formato llamado “reality show”. Este tipo de programa difería mucho de los existentes hasta el momento y su aparición no fue casual, sino el resultado del estudio de los cambios sociales. Se entendió que los televidentes ya no aceptaban ser meros consumidores pasivos de programas, sino que exigían participación directa en su producción. Por lo cual le dieron el lugar exigido. Es por eso que, hay programas de televisión que permiten que los televidentes voten durante las 24 horas desde su casa ya sea por teléfono o Internet sobre el funcionar del programa mismo, es decir dejan de ser consumidores del producto para transformarse en productores de lo que consumen. No sólo eso sino que vía redes sociales logran comunicarse de forma directa con el conductor del ciclo y sus protagonistas. Con lo cual la gente se da cuenta de la contradicción existente entre esto y la política, donde, se vota cada dos años, donde en cada votación deben trasladarse físicamente hasta un determinado lugar y hacer colas para poder hacerlo, cuando podrían, de hecho lo hacen, votar desde sus casas y de forma mucho más frecuente. Y donde el poder comunicarse de forma directa con las autoridades es muy difícil.

Obviamente que no se pretende que la gente de buenas a primeras comience a votar todo, pero sí empezar de forma gradual a generar las plataformas necesarias para que en aquellos temas sensibles para la ciudadanía, de gran trascendencia, sean los ciudadanos de forma directa, sin intermediarios, los que debatan y voten. Porque de hecho ya lo hacen, en otros ámbitos, menos importantes para la vida en sociedad.

Entonces si está la posibilidad de hacerlo, está la necesidad de que lo hagan, sólo falta que quienes tienen la potestad para ponerlo en práctica comprendan la importancia de hacerlo.