El cuidado del medio ambiente es reciente en términos históricos para el público en general, que está aún en etapa de aprendizaje. Desde el año 2015, cuando se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 21) en París, la preocupación por el tema en las diferentes comunidades ha tomado un rol determinante. Esto implicó que los Ayuntamientos hayan tenido que reforzar las campañas de concientización y educación sobre la forma de preservar el ambiente en sus comunidades. Esta situación se traduce en una ecuación de costo beneficio: cuántos recursos debe destinar el estado a publicidad y tiempo y cuáles son los resultados concretos obtenidos. Para maximizar dicha ecuación es imperioso priorizar los objetivos y por ende los públicos a los que estará destinada cada política en particular.
La preocupación de los ciudadanos por vivir en un ambiente más amigable, donde disminuya la contaminación sonora y del aire, baje la generación de basura per cápita y aumente el porcentaje de residuos reciclados, etc. debe ser un tema de agenda gubernamental, no como una postura políticamente correcta, sino como un elemento concreto que mejora la calidad de vida así como lo hace la baja del desempleo o el incremento en la renta media.
En la actualidad existen herramientas que les permiten a los ayuntamientos gestionar estos asuntos con una mayor eficiencia. En este sentido, mediante un informe regular de, por ejemplo: la separación de residuos en origen, se puede detectar cómo ésta varía según las zonas geográficas de la ciudad y encontrar lugares por debajo de la media para realizar un relevamiento específico a fin de detectar los motivos de la no implementación, ya sean culturales, etarios, educativos-. Esto posibilitará posteriormente diseñar una campaña focalizada destinada a esa zona en particular para revertir la situación. De esta manera se logra un mayor impacto de las políticas públicas, realizando una gestión basada en datos precisos que permite un ahorro de recursos respecto a los que implicaría una campaña en toda la ciudad. Lo mismo se aplica al resto de indicadores como la calidad del aire, la contaminación sonora, etc.
También es importante mostrar a la sociedad los resultados de su accionar. Pretender que las personas mantengan el incentivo a cuidar el ambiente sólo porque es lo que corresponde puede resultar demasiado pretencioso. Es recomendable reforzar el buen comportamiento de los ciudadanos haciéndolos parte de los logros alcanzados y comparándolos con los indicadores de otras ciudades, dado que ello permite tomar conciencia relativa y también seguir la evolución en el tiempo de los resultados dentro de la misma ciudad para fortalecer el compromiso.
Cuando surgió el cuidado del medio ambiente en el ámbito público, resultaba algo ajeno a las mayorías, una temática de nicho que los gobiernos acompañaban por verdadera convicción o por simple simpatía. En la actualidad se lo considera una función más de la gestión, como la calidad del transporte público o de la seguridad ciudadana. A diferencia de otras áreas, en este caso es la gente la que realiza en gran parte el trabajo, los Ayuntamientos se limitan a persuadir de que lo hagan y lo hagan correctamente. Plantear esta situación de que son las personas las que determinan en gran medida el éxito o fracaso ambiental y también son ellas las que se benefician o perjudican de su actuar es una obligación pedagógica de los gobiernos.
En esta área, como en muchas otras, la gestión puede verse sensiblemente beneficiada por un trabajo riguroso con datos ciertos y trazables que permitan lograr el mayor impacto en los resultados con la menor afectación de recursos y generar un mayor compromiso ciudadano con los efectos de estas acciones.