La adaptación de las instituciones públicas al nuevo paradigma 2.0, es una necesidad impostergable.
La irrupción de internet y más precisamente de esta nueva web 2.0, ha traído grandes cambios en el modo en que se relacionan los distintos actores sociales. En la actualidad las barreras que de forma clara separaban en el pasado al: emisor-receptor, vendedor-consumidor, fabricante-comprador, etc., han caído. Al punto de que ya no se habla en términos de productor-consumidor, sino de proconsumidor, es decir que la gente interviene en el proceso de producción de aquello que va a consumir. Ya sean bienes, noticias, servicios, etc.
Cuando apareció internet se creía que seria un gran aporte para la libertad y la democratización de la información porque habría más visiones sobre la realidad. Hoy ese proceso de liberalización de la información ha llegado a su punto máximo. Donde las personas dejaron de consumir información para pasar a producirla por si mismo. Quien no comparte cierta mirada sobre un tema, no sólo puede expresarlo en el mismo sitio, comentando su opinión sobre lo expuesto, sino que puede crear su propia página para directamente dar su visión. Pero lo que es sustancialmente más importante es que además de dar su parecer sobre un tema establecido, hoy cualquiera tiene el poder de establecer la agenda a tratar. No es solamente dar su mirada sobre una noticia, sino que es el poder de crear la noticia.
Este fenómeno nació gracias internet pero no murió ahí, sino que la trascendió, cualquier medio tradicional de comunicación ha incorporado a sus antiguos receptores para que pasen a ser productores de información enviando sus filmaciones, fotos, noticias, etc.
Las empresas también se han adaptado a este nuevo fenómeno, dejaron de fabricar productos, para luego mediante la publicidad persuadir a la gente a que los compre. Actualmente las empresas ponen a disposición de sus consumidores todas las herramientas 2.0, para aquellos clientes que quieran dejar su estado pasivo y empezar a participar en la elaboración de aquellos productos que luego adquirirán. Cambiando la lógica de hablarle al consumidor, por la lógica de escucharlo.
El ciudadano como parte de la gestión.
En fin, la gente reclama tener un rol activo en todos aquellos aspectos que interfieren en sus vidas, y la tecnología le ha dado las herramientas para que esto sea posible.
Sin embargo una de las relaciones más importantes en la sociedad, la de gobernante-gobernado, se ha mantenido aislada de todo este nuevo avance. Las razones por las que esto sucede son varias, por un lado los que dirigen las instituciones públicas en su mayoría son pertenecientes a la generación llamada Baby Boomers, por lo que al ser “inmigrantes digitales”, no comprenden la importancia y la lógica de este medio, otro motivo es el que estas instituciones tienen su supervivencia asegurada. En el caso de una empresa, si ésta no se adapta a los cambios sociales, su supremacía en el mercado e incluso su existencia están en riesgo, en cambio en el estado esto no sucede. El único perjudicado de esta situación es el ciudadano, que se ve impedido de usar las herramientas 2.0 para mejorar su calidad de vida.
Esta situación se explica mediante lo que se denomina “La ley de la fractura”, la cual estipula que los cambios tecnológicos siguen un crecimiento exponencial mientras los empresariales, sociales, políticos y humanos lo hacen de manera gradual.
Cuando nos referimos a política 2.0 no estamos
hablando solo desde un punto de vista
comunicacional, es decir el uso de redes sociales para comunicar al candidato
con los votantes y viceversa. Sino que también es, el uso de los soportes que
brinda la tecnología para la modificación del modo tradicional de gobierno.
El hecho de que las instituciones públicas se han mantenido prácticamente inmóviles desde su creación deja en evidencia la urgencia de establecer modificaciones en todos los órdenes. Las instituciones políticas que rigen en la actual Argentina provienen del siglo XIX. Estas instituciones se adaptaban bien a aquel tiempo, pero dos siglos después han quedado totalmente descontextualizadas y anacrónicas.
En dos siglos el mundo cambió, la sociedad cambió, las demandas de la sociedades cambiaron, todo cambió, menos las instituciones encargadas de regir a la sociedad.
El desafío que se plantea ante esta situación es cómo hacer para que los cambios políticos acompañen a los tecnológicos y sociales y no queden relegados. Porque de lo contrario se están desaprovechando grandes oportunidades para mejorar la calidad de vida de las personas.